“Fui durante 30 años un adolescente de 14”, dijo una vez Mickey Rooney sobre su época dorada en Hollywood. El actor neoyorquino no llegaba a medir 1,60, pero durante un tiempo tuvo más éxito que Clark Gable o Errol Flynn. Eso lo eleva a la categoría de leyenda y por eso el mundo del espectáculo llora su muerte. Tenía 93 años.
Cuentan que el pequeño Joseph Yule, como se llamaba en realidad, subió al escenario del cabaret de sus padres con apenas año y medio. Poco después -a los seis años- lo eligieron protagonista de la serie “Mickey McGuire”. Interpretó ese papel de granuja callejero en más de 60 títulos (ninguno duraba más de 20 minutos, y los primeros 23 correspondieron al cine mudo). Cuando en 1934 terminó la serie, todo Estados Unidos conocía al joven de pecas y sonrisa pícara.
“Los más taquilleros de Hollywood en 1939 no eran Clark Gable, Errol Flyn ni Tyrone Power, sino un pillo desaliñado, con voz de pito y cara de cómic”, escribía en 1940 la revista “Time”.
En 1944 Rooney fue a la guerra, pero como animador de los soldados. Aquel niño pecoso se había hecho adulto y estuvo en los grandes títulos de la época, pero su único Oscar no lo recibió hasta 1983, por toda su trayectoria.
Eso sí: Rooney nunca paraba. Actuó en Broadway, en televisión y, por supuesto, continuó en el cine. Hasta se interpretó a sí mismo en “Los Simpsons”.
Su vida amorosa fue una novela, ya que estuvo casado ocho veces. Su primer matrimonio, nada menos que con Ava Gardner, apenas duró un año. Pero con el tiempo, Rooney fue más constante y estuvo casi 36 años con su última mujer, la cantante Jan Chamberlin. “Todo el mundo debería casarse por la manaña temprano -dijo-, porque si no funciona al menos no se fastidia el resto del día”.